Roce insano

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Sienta una caricia de la locura: imagine que alguien invisible lo observa desde el techo, más precisamente desde alguna intersección superior, para que desde ese lugar, aquel lo vea con perspectiva.

Pero ese alguien es también usted, otro usted. Haga y mírese a la vez, independientemente. Enloquezca. Admire desde las alturas a sus monstruosas extremidades moviéndose por si solas, admire al hombre de abajo con mayor crudeza que cualquier espejo, admírese ajeno a su anatomía; porque allí ya no es suya, sino de un muerto que se está moviendo, o que está insoportablemente quieto, paralizado. Mire desde arriba a su vista de allí abajo; completamente fría y seria, atenta en otra cosa, sin percibir que usted la ve con silenciosa atención desde su refugio.

Y ahora, desde abajo, desde su cuerpo, sienta, note brutalmente... lo observan, sí, alguien está escondido ahí arriba. ¿Pero quién es el ente macabro que lo observa con indecible perversión? Es usted y nadie más que usted, que ahora lo roza y acaricia con un escalofrío insano.

Le aconsejo que el alma vuelva al cuerpo lo más pronto posible, vuelvan a ser uno, o esa sensación perturbadora se hará irreversible.

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